
El latido de las aguas amazónicas esconde a un mamífero herbívoro de hasta tres metros que, con solo comer, custodia el stock pesquero: el manatí. Su proceso digestivo propicia el equilibrio de la cadena trófica y, con ello, el dinamismo económico en esta parte del Perú.
Un ejemplar adulto puede alcanzar los 450 kilos y consumir, en un día, una cantidad de plantas acuáticas equivalente al 25% de su peso. Bocado a bocado, la “vaca marina” asume su rol de controlador biológico. ¿Qué papel le corresponde, entonces, al ser humano?
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El manatí entre peces
En el 2024, la extracción de recursos hidrobiológicos en la Amazonía registró 25,328 toneladas, una cifra que ha ido en aumento en comparación con el 2019, cuando acumuló 21,391 toneladas. Las regiones que encabezaron la actividad fueron Loreto, Ucayali y San Martín, señaló el Ministerio de la Producción (Produce).
La entidad reunió para Gestión la data de empresas acuícolas y Direcciones Regionales de la Producción (Direpro) y enlistó las especies protagonistas: boquichico, paco, palometa, tilapia, llambina, paiche, zungaro y gamitana.
El acopio para la dinámica tanto de comercio como de subsistencia, no obstante, se respalda en la bondad acuática. Sin ríos capaces de ofrecer diversidad, la producción pesquera cae.
Javier Velásquez, biólogo y director del Centro de Rescate Amazónico (CREA), en Iquitos, explica cuál es la cuota de los manatíes en el escenario: “Ellos son controladores biológicos de las plantas acuáticas. En los lugares donde se exterminan a los manatíes, las plantas tienden a crecer y cerrar los cuerpos de agua; el pescador ya no tiene acceso”.
“Además, al cubrir la superficie del agua, la luz del sol no puede ingresar. Eso hace que no haya energía solar para dar origen a la cadena trófica; es decir, para crear fitoplancton y zooplancton, que permiten el inicio de la cadena de peces pequeños y grandes”, agrega.
La otra contribución tiene que ver con el tramo final de su proceso alimenticio: “La producción fecal del manatí fertiliza los ecosistemas acuáticos. Esto ayuda a la proliferación de plantas, lo que a su vez sirve de alimento para el resto de la cadena trófica”.

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Participación plural en la protección animal
La luz roja sobre la preservación del manatí se encendió en el 2007, cuando Velásquez y un grupo de biólogos egresados se acercaron a una oficina gubernamental para tramitar la formalización de una piscigranja: “Dentro de una bandeja, encontramos a un bebé manatí que había sido decomisado”.
Tan desconocido como el cuidado que requería era el porvenir de la criatura. A nivel nacional, no existía una sola organización preparada para rehabilitarla. “Nosotros nos ofrecimos como voluntarios para llevarlo a cualquier otro lugar mejor que una oficina, pero no podían entregárnoslo porque no éramos una institución. Empezamos a hacer papeles y, cuando ya estábamos listos, el manatí había muerto”, cuenta el líder de CREA.
Quedó un pesar, pero también un sentido de revancha. Desde entonces, CREA ha amparado y posteriormente liberado a 33 manatíes.0
El trabajo —que involucra frentes de capacitación y promoción— ha contado con la implicancia de empresas como Latam Perú, que, entre 2023 y 2025, dispuso de su avión solidario para trasladar a 30 especialistas técnicos que se dirigían al primer y segundo encuentro de centros de rescate.
“En los últimos cinco años hemos reducido a cero el tráfico de manatíes en la ciudad de Iquitos, que era el principal foco de comercialización. El otro reto es llegar a las comunidades más alejadas, pero con educación y un mensaje. Se necesitan muchos recursos para llevar esta enseñanza”, advierte Velásquez.

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La especie “sombrilla”
La figura del manatí suscita ventajas incluso fuera del agua. “En ecología es muy utilizado el término ”especie sombrilla" o “especie paraguas”, indica Velásquez. Se refiere a que la colocación de recursos para salvaguardar a la “vaca marina” beneficia indirectamente a otras especies que comparten su hábitat.
“El manatí, al ser inofensivo y tierno, despierta el cariño de la gente y se convierte en un embajador de la Amazonía. Entonces, a las personas que aprenden sobre él se les hace más sencillo comprender que otras especies también tienen sus propios roles en la naturaleza”.
Hasta sus hogares momentáneos —unas piscinas especiales en CREA— llegan 45,000 visitantes al año. Estos viajeros habilitan todas las aristas del turismo: “Quien elige visitar el centro y se queda un día en Iquitos consume restaurantes, hoteles, movilidad, transporte, guías. Se dinamiza la economía en torno a una especie carismática, el manatí”, detecta el biólogo.

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En defensa del manatí
El Estado peruano reconoce la competencia del manatí en la vigilancia de la actividad económica: el Reglamento de Ordenamiento Pesquero de la Amazonía (ROPA), aprobado con Decreto Supremo N° 015-2009-PRODUCE, incluye un marco de protección específico para la especie.
“En el caso particular del manatí amazónico o vaca marina (Trichechus ininguis), el ROPA establece de manera expresa, en su numeral 6.4 del artículo 6, la prohibición de su extracción, procesamiento y comercialización con fines de consumo humano y para mantenimiento de ejemplares vivos en cautiverio o cualquier otro fin”, recuerda el Produce.
Sobre el último punto hay una precisión: “El citado reglamento dispone, en su numeral 6.5 del artículo 6, que se encuentra prohibido mantener en cautiverio ejemplares del manatí, a menos que provengan de acciones de rescate, decomiso y captura incidental, en cuyo caso pueden mantenerse en cautiverio solo temporalmente para su rehabilitación, antes de ser devueltos al ambiente natural”.
“Un manatí bebé capturado no puede sobrevivir sin su mamá. Por eso hay que traerlo al centro de rescate, porque son dos o tres años que debe estar con nosotros, alimentándose de leche. Cuando llega a pesar 100 kilos recién se lo puede devolver [al río]”, apunta Velásquez.
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El paquete de sostenibilidad ambiental
Protegido el manatí, los otros elementos del universo de sostenibilidad empiezan a funcionar en armonía. Gina Casas, especialista del CITEpesquero acuícola y agroindustrial Callao —del ITP red CITE, adscrito al Produce—, define un circuito económico extra en la actividad pesquera amazónica.
“Lo que se hace desde el ITP-CITE es brindar asistencia para agregar valor a los productos pesqueros. Por ejemplo, en torno al paiche, tanto el que se obtiene de la pesca como de la acuicultura, se puede desarrollar algún piloto”, dice.
“En este caso, puede ser el aprovechamiento del filete, el paiche en trozos y, teniendo en cuenta la economía circular, la piel y las escamas del paiche. [Con estos últimos] se está elaborando indumentaria, colágeno y otros productos de cosmética que están en estudio ahora”, complementa.
Se destina una estrategia también para promover la cultura empresarial. “Para que el producto tanto de la acuicultura como de la pesca pueda llegar al mercado, debe reunir buenas condiciones. [...] Y, dentro de la cultura empresarial, tenemos en cuenta la estandarización, porque cuando se halla un mercado, este va a exigir constancia no solo en los volúmenes de venta, sino en la calidad del producto”, añade Casas.
Resalta, en esa línea, que el apoyo se concentra en emplear “lo que está en el hábitat”. Y en vista de la posibilidad de elementos circunstanciales —sobrepesca, contaminación o la caza de manatíes— que podrían alterar el curso de una actividad productiva, emerge la acuicultura.
“La acuicultura es una herramienta que asegura la alimentación de la población, porque es lo que vamos a poder controlar. En cambio, la pesca en algún momento podría variar sus volúmenes de producción”, acota.
Actualmente, el ITP cuenta con nueve Centros de Innovación Productiva y Transferencia Tecnológica, los cuales acompañan el esfuerzo de los pescadores del Callao, Puno, Madre de Dios, Maynas, San Martín, el Vraem, Ilo, Piura y Pucallpa.


Redactora de Economía en diario Gestión. Periodista piurana con seis años de experiencia profesional en el rubro.