En las últimas décadas, la familia Grífols ha convertido la extracción de sangre -a menudo de estadounidenses y mexicanos pobres en busca de dinero rápido- en una de las mayores fortunas médicas del mundo.
Ahora, por primera vez en la centenaria existencia del imperio empresarial Grifols, la multimillonaria familia española ya no está al timón. La semana pasada, el presidente ejecutivo Thomas Glanzmann asumió el cargo de consejero delegado, sustituyendo a dos miembros de la familia que eran codirectores generales, poniendo fin al reinado de cuatro generaciones de Grífols.
La medida puso fin a un periodo caótico, luego de que la pandemia redujera drásticamente las recolecciones de plasma sanguíneo y aumentaran los temores por el endeudamiento de la empresa, lo que redujo la fortuna de la familia a menos de la mitad desde principios de 2020. Ahora tiene un patrimonio neto combinado de unos US$1.600 millones, principalmente a través de una participación de alrededor del 35% en la empresa con sede en Barcelona, según el Índice de Multimillonarios de Bloomberg.
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Al recurrir a una persona externa para dirigir el negocio, la familia intenta revertir su suerte y estimular un repunte en sus acciones, que se dispararon en la década previa a 2020 para luego desplomarse un 40% por las preocupaciones sobre la caída del negocio y tras una racha de adquisiciones de Grifols SA en los EE.UU. y Asia. Las utilidades se redujeron a 188 millones de euros (US$204 millones) el año pasado, frente a los 637 millones de euros de 2019.
“Lo que están haciendo es lo correcto: apartarse, y dejar que profesionales lleven las riendas de la compañía”, dijo Xavi Brun, responsable de renta variable para Europa en Trea Asset Management. “La empresa ha crecido tanto que ya no es esa empresa familiar”.
La historia del grupo se remonta a 1909, cuando José Antonio Grífols Roig fundó un laboratorio de análisis de sangre en Barcelona poco después de licenciarse en medicina. En un momento dado, trabajaba en su apartamento de la arbolada Rambla y utilizaba una hilera de jaulas en los balcones para criar conejos y cobayas para sus experimentos.
José Antonio fundó una empresa con sus hijos en 1940, desarrollando vacunas y transfusiones de sangre para una población marcada por la Guerra Civil española y aislada internacionalmente por el régimen franquista. Sus hijos fueron pioneros en técnicas que permitían donar sangre con mayor frecuencia y sin efectos secundarios. El negocio se expandió globalmente a través de la tercera generación de la dinastía, luego de que Víctor Grífols sucediera a su padre en 1987.
El hermano de Víctor, Raimon, y su hijo homónimo se convirtieron en codirectores en 2017. En octubre, Víctor dejó de ser presidente no ejecutivo del consejo y pasó a ser presidente honorario. El más joven Víctor, de 46 años, es ahora director de operaciones, mientras que Raimon, de 59 años, es director corporativo, después de que ambos cedieran sus puestos de directores la semana pasada.
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Grifols, que puso en marcha el primer banco de sangre privado de España en 1945, depende en gran medida de Estados Unidos, uno de los pocos países en los que se puede pagar por donar sangre. Tan sólo de Estados Unidos proceden casi dos tercios de todo el plasma sanguíneo disponible en el mundo.
El plasma es la porción líquida de la sangre con una amplia variedad de usos médicos. Los medicamentos derivados del plasma se utilizan para tratar dolencias como la hemofilia y han demostrado ser prometedores para frenar la progresión del Alzheimer. También es un gran negocio, y a veces polémico: sus detractores afirman que la industria se aprovecha de los pobres.
Con algo menos de 400 centros de donación de plasma en Estados Unidos, Canadá, Europa, China y Oriente Medio, Grifols cuenta con una de las mayores redes de este tipo en el mundo. Antes de anunciar un plan de reducción de costos este año, que llevó al cierre de más de 25 centros en EE.UU., la empresa gestionaba unos 300 puntos de donación de plasma en ese país. Muchos de ellos cerca de la frontera sur de EE.UU. en California, Arizona, Nuevo México y Texas atraen abiertamente a los mexicanos, con páginas de Facebook en español y anuncios de recompensas para los que donan con más frecuencia.
En 2021, Grifols y su rival CSL impugnaron una prohibición de EE.UU. para que mexicanos cruzaran la frontera para vender su sangre. Luego de que un juez levantara la prohibición en septiembre, la compañía espera recolectar un millón de litros de sangre al año en esos centros
“Grifols se está recuperando”, dijo el presidente Glanzmann en una declaración enviada por correo electrónico a Bloomberg. “Estamos entusiasmados con las oportunidades que tenemos por delante”.
Aunque la familia ha cedido la cúpula de la empresa, aún puede beneficiarse enormemente de cualquier cambio. Si se cumplen los objetivos, 220 empleados -incluidos Víctor y Raimon- pueden comprar un total de cuatro millones de acciones a 8,96 euros cada una. Las acciones cotizaban a poco más de 11 euros.
La familia Grífols ha recibido colectivamente más de US$300 millones en dividendos en las dos últimas décadas, según datos de Bloomberg, lo que le ha permitido diversificarse en el sector inmobiliario y de capital riesgo.
Scranton Enterprises, un vehículo de inversión de la familia, ha comprado en los últimos años una participación en el productor de cava Juvé & Camps, con sede en Barcelona, y también es propietaria de una empresa inmobiliaria que obtuvo la aprobación el año pasado para construir 10 viviendas de lujo en una de las zonas más caras de Madrid, según registros regulatorios.
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La entidad, con sede en Holanda y que posee parte de la participación de los Grífols en la empresa, también tiene tratos con los principales activos operativos de la dinastía. Scranton desembolsó más de US$500 millones para comprar de Grifols a las empresas de plasma sanguíneo Haema AG y Biotest US Corp en 2018. También es propietaria de la sede y las instalaciones de la compañía en Barcelona. Recientemente vendió bienes inmuebles y otros activos periféricos para pagar deuda.
Grifols tiene problemas de deuda, con dos bonos por un total de 2.000 millones de euros que vencen a principios de 2025. Los inversionistas esperan que la empresa venda parte, o la totalidad, de una participación en su rival china Shanghai RAAS, que compró por unos US$1.900 millones en 2019, y que aspire a un ahorro anual de 400 millones de euros.
¿Ayudarán estas medidas a Grifols a recuperarse? Nadie lo sabe, dijo Brun de Trea Asset Management.
“Como todas las empresas familiares, la familia lo puede crear, y lo puede destruir”, dijo. “Grifols no es una excepción”.
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