
La brecha salarial de género ascendió a un 27.2%, por encima del nivel registrado en 2019 (27%) y ligeramente por debajo del observado en 2004 (33.7%), recogió el Instituto Peruano de Economía, en el marco del Día Internacional de la Igualdad Salarial.
Según la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), en 2024, las mujeres percibieron en promedio S/ 1,536, mientras que los hombres alcanzaron S/ 2,109, lo que representó una diferencia de S/ 573.
Las regiones con las mayores brechas salariales son: Arequipa (42.4%), Moquegua (40.4%) y Cajamarca (38.4%). En contraste, en 2024, Loreto cerró su brecha y Amazonas (8.3%) y Madre de Dios (20.4%) presentaron las menores diferencias de ingresos entre hombres y mujeres. La persistencia de factores estructurales en el mercado laboral se refleja en la persistencia de la brecha salarial de género.
Esta brecha se vincula con barreras tanto de acceso como de calidad del empleo. Al 2024, ocho de cada 10 hombres en edad de trabajar participaron en el mercado laboral, mientras que solo seis de cada diez mujeres lo hicieron.
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Asimismo, la informalidad afectó más a las mujeres (72%) que a los hombres (64%). En cuanto a la calidad del empleo, el 42.8% de las mujeres accedió a un empleo adecuado, cifra que ascendió a un 62.3% en los hombres. Así, estas diferencias reflejan menores oportunidades de inserción laboral y de participación en sectores de alta productividad, lo que limita sus posibilidades de obtener mayores ingresos.
La brecha salarial es más amplia en el área rural, donde ascendió a 39.7% en 2024, por encima del área urbana (27.6%) y del promedio nacional (27.2%). En esa línea, según el Índice Regional de Brechas de Género (IRBG) 2024 del IPE, que considera 25 indicadores, las regiones con mayores brechas de género en el Perú son Cajamarca (39.7 puntos), Huancavelica (38.1) y Amazonas (37.6), Apurímac (37.4) y Huánuco (37.1), que también son las cinco regiones con mayor porcentaje de población rural.
Así, la brecha salarial en el área rural de Cajamarca y Huánuco asciende a 50.6% y 45.4%, respectivamente, mientras que en sus áreas urbanas se reduce a 38.2% y 24.6%. La amplitud de la brecha en el área rural responde a la elevada informalidad y a la concentración del empleo en actividades de menor productividad.
Las disparidades de ingresos entre hombres y mujeres también varían según niveles de educación. La brecha salarial fue de 39.5% en el grupo sin educación, mientras que para el grupo con educación superior no universitaria se redujo a un 28.2% y con educación universitaria a 23.9%.
“Estos resultados se suelen explicar a través de dos fenómenos: “pisos pegajosos” y “techos de cristal”. El primero se refiere a las mujeres de menores ingresos, que suelen tener menos educación, menores ingresos familiares y una participación laboral más limitada que los hombres. En el otro extremo, los “techos de cristal” se refieren a barreras que persisten, incluso, en los niveles educativos y salariales más altos y que restringen a las mujeres con igual calificación que los hombres para acceder a cargos de liderazgo", indicaron.

Estas dificultades se agravan con la maternidad y con la excesiva carga doméstica que enfrentan las mujeres. La brecha salarial se ubica en 23.4% entre quienes no tienen hijos, pero asciende a 34.2% entre padres y madres, lo que refleja el impacto de la carga doméstica en el desarrollo profesional de las mujeres.
Además, según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo - ENUT, en 2024, las mujeres dedicaron en promedio 35 horas semanales a tareas no remuneradas, más del doble que los hombres (15). Este tiempo se elevó a 45 horas entre los 31 y 40 años, etapa de mayor productividad.
Al respecto, un estudio de la Universidad de Princeton y la Escuela de Economía de Londres confirma el impacto de la maternidad y de la carga doméstica: el 40% de las trabajadoras peruanas deja de trabajar inmediatamente después de tener su primer hijo y, una década después, el 41% sigue sin reincorporarse al mercado laboral. En contraste, la participación laboral masculina casi no se modifica.
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