Hiperinflación, desplome de los pedidos y una huída de los empleados fueron algunos de los obstáculos que la empresa de Antonello Lorusso debió enfrentar en los últimos años en la ciudad industrial de Valencia, Venezuela.
Pero desde marzo, la empaquetadora de azúcar y granos debe sobrevivir a un nuevo desafío: la falta de luz.
Las fallas eléctricas que han paralizado gran parte del país también han interrumpido la producción. Un lunes de abril sólo funcionaba una máquina para abastecer el único pedido de mercadería que Lorusso había recibido.
Las otras ocho que se veían en el sitio estaban apagadas, una realidad que se repite desde marzo cuando en todo el mes empaquetó lo que solía procesar en un sólo día con la ayuda de un generador eléctrico.
"La semana pasada la luz vino de forma muy intermitente. No sé decir cuántas horas hubo luz entre 24 y 30 horas en toda la semana", dijo el dueño de Distribuidora Marina, que como la mayoría de los empresarios no logra operar con los cortes imprevistos, que lo dejan sin comunicación, agua y personal.
"No hay información no sabemos si (las interrupciones de electricidad) se prolongan o no", agrega Lorusso, en una zona industrial a dos horas de la capital.
La mayoría de las industrias está fuera de Caracas, la única ciudad grande que quedó excluida de un plan de cortes indefinido que ordenó el Gobierno para enfrentar la crisis eléctrica, una vez que dos apagones nacionales en marzo oscurecieron la nación petrolera por varios días y debilitaron el sistema.
Aunque los cortes están programados para ciertas horas del día, casi nunca coinciden ni en el horario ni en la duración de tres horas previstos en el plan.
Unidades de grandes multinacionales como Nestlé o Ford operan también en Valencia, que fue un poderoso centro industrial en el que quedan funcionando unas 500 compañías, la décima parte que hace dos décadas, en medio de galpones vacíos, maquinaria a la intemperie y aceras llenas de maleza.
En los últimos días es todavía menor el tráfico pues la zona sufre interrupciones que se alargan por 10 horas, según relatan casi una docena de ejecutivos y trabajadores.
Con una inflación que supera un millón y medio por ciento en marzo y arrastró el consumo de alimentos a la mitad en el último año, la falta de luz y agua es otro golpe mortal para el sector privado que, a medida que minimiza la producción, se le hace más costoso operar en un círculo vicioso.
Ni con plantas eléctricas la industria logra paliar el efecto de las suspensiones y la producción se paraliza en fábricas de alimentos o bebidas, que en el 2019 bajo el segundo año de hiperinflación venían operando por debajo del 25%, de acuerdo a Conindustria, el mayor gremio que las agrupa.
El lunes la falta de luz detuvo una planta que fabrica envases de lata en una zona industrial de Valencia al mediodía, y no regresó hasta después de las cuatro de la tarde, la hora que termina la jornada de trabajo.
"El juego se trancó. Las industrias están entrando en estado de desespero por inviabilidad", dijo un ejecutivo de una empresa de alimentos bajo condición de mantener su nombre en reserva.
Bajas ventas
La unidad de Nestlé que prepara alimentos para niños en Valencia se paralizó unos días en el primer apagón de inicios de marzo y dos semanas más tarde detuvo de nuevo sus máquinas y envió a los trabajadores a sus casas hasta inicios de mayo, dijo Rafael García, un líder sindical de la fábrica.
"Esta última parada nos dicen que es por el flujo de caja, porque las compotas no se están vendiendo", apuntó el trabajador sentado en una parada de autobuses frente a la planta, que siempre estuvo vacía durante la conversación.
La compañía confirmó que la fábrica de Valencia interrumpió temporalmente sus actividades "debido a la contracción de la demanda" y tiene planificado reanudarlas en mayo. En algunos supermercados de Caracas, las compotas que se exhiben tienen fecha de fabricación de hace casi un año.
Aunque las industrias pueden mantener alguna producción con plantas eléctricas propias, el suministro de combustible también es intermitente.
El suministro de materia prima también es crítico desde inicios de año bajo las sanciones que impuso Estados Unidos. "La situación es complicada", dijo otro ejecutivo del sector industrial bajo condiciones de anonimato.
En el campo, el poco bombeo de agua, en medio de los cortes eléctricos, está causando estragos en la producción.
"En las áreas rurales las interrupciones duran más. En algunas zonas llega la luz cinco horas y se va dos días, lo que afecta el sistema de riego", dijo José Luis Pérez, portavoz de una federación de productores de arroz.
Este año sembraron 17,500 hectáreas del cereal, un tercio de lo que se cultivaba hace un año y temen que la cosecha esté en riesgo bajo la crisis eléctrica. Algunas hectáreas de arroz ya se perdieron en el occidental estado Cojedes.
Productores mayoristas de quesos, carne, embutidos y lechugas consultados indican que vieron caer a la mitad sus pedidos en marzo por el temor de los comerciantes de perder la mercancía que necesita refrigeración en los apagones. Y una federación ganadera se declaró en emergencia tras los cortes.
Ocho de cada 10 industrias de alimentos reportaba a fines del 2018 a Conindustria tener menos pedidos y el gremio calculó que los días sin luz de marzo causaron pérdidas de unos US$ 217 millones. Estiman que las fábricas tendrán que asumir otros US$ 100 millones por los racionamientos en abril.
"Tenemos años acostumbrándonos a lo que viene. Nos llegó este duro golpe y ya estamos buscando paliativos", dijo Lorusso, que transformó uno de sus camiones en tanque de agua y piensa vender otro para comprar su segunda planta eléctrica.
"Mi mayor preocupación es el cierre de la fábrica con toda la situación que estamos viviendo", dijo García, el sindicalista de Nestlé. "Se minimizó la producción y así vamos a seguir. Va a llegar al límite que no tendrán con qué comer".