
La velocidad es un factor protagonista en la evolución de la Inteligencia Artificial (IA). Por tanto, los profesionales que desean caminar al ritmo de la transformación digital muchas veces se encuentran con escenarios educativos desfasados. En el Perú, ¿qué recursos podrían configurarse como salvavidas hasta que las mallas curriculares al fin se posicionen a la vanguardia?
Al respecto, Christian Mesía Montenegro, director de Investigación, Innovación y Responsabilidad Social de la Universidad Privada del Norte (UPN), explica que se trata de “un problema multicausal”. Si bien la academia tiene la batuta en el proceso de adaptación de asignaturas, el Estado —a través de la Sunedu— es el ente que otorga el visto bueno concluyente.
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Una tregua gracias a los sílabos
El especialista resalta que, aunque el ciclo del conocimiento sea instantáneo, la academia debe esperar la regulación gubernamental para instaurar los cambios en la dinámica de enseñanza, al menos en aquella a nivel estructural.
“Las universidades podemos ser muy rápidas en realizar cambios en los sílabos; pero si tenemos cambios de índole mayor, como en una malla, nos topamos con una pared regulatoria. Por ello, lo más inteligente es reformular los contenidos en sílabos, y eso es algo que se puede ir actualizando año a año”.
En esa línea, Mesía Montenegro detalla que, aparte del tiempo indistinto que tarda la Sunedu en aceptar una modificación en el plan de estudio, hay un sacrificio monetario de por medio.
“La regulación es importante en un contexto tan delicado como el de la educación, pero sí requiere de muchos esfuerzos económicos por parte de las universidades. [...] Pensemos en los centros de estudio que están en el interior del país, que dependen del Estado, que no cuentan con los fondos o el presupuesto para hacer actualizaciones continuas”.
La opción del sílabo, no obstante, enfrenta su propio reto: “Para trabajar con nivel los sílabos, necesitamos docentes preparados, necesitamos reforzar sus competencias”, acota el investigador.
En suma, cree oportuno que los elementos de la triple hélice —Estado, empresa y academia— dialoguen con el objetivo de agilizar la compaginación entre tecnología y educación: “Debemos sentarnos a conversar sobre cómo facilitamos un desarrollo rápido de lo que enseñamos en las aulas a través de los cambios curriculares. Estos cambios implican adecuaciones presupuestales internas y pagos externos al ente regulador. Hay varias tramas”.

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Adecuación, una exigencia de la IA
La vertiginosidad con que corre la Inteligencia Artificial descarta a su paso capacidades que, de pronto, resultan asincrónicas.
“Como sucede en la naturaleza. Algunas herramientas sencillamente no sobreviven en la competencia con otras y se van descartando. Nosotros como docentes tenemos la responsabilidad de trabajar más en nuestra capacidad de desaprender y aprender antes que en la adquisición de habilidades duras. Esto es retador porque nos invita a desarrollar habilidades blandas, sobre todo, una competencia fundamental, la adaptación“, subraya el vocero de la UPN.
Recuerda, en ese sentido, que la adecuación requiere una seria cuota de responsabilidad y sentido ético: “La academia debe ser la conciencia en estas discusiones, se hablaba mucho de la humanización, se hablaba mucho del sentido del ser y, ciertamente, no podemos reemplazar el ser con un chatbot”.
El rector de la UPN, Martín Santana, también apuntó a esta premisa durante su intervención en el foro “El avance de la IA en el Perú”, a cargo de la UPN y Gestión el pasado 3 de septiembre.
“Hay un llamado importante a los responsables políticos, a las empresas, a la academia y a la sociedad civil en general para trabajar juntos y aprovechar la construcción de una IA que impulse no solo la productividad y la eficiencia, sino también la equidad. Lo que queremos es formar profesionales que lideren esta segunda gran revolución tecnológica con ética, con innovación y con compromiso”, sostuvo.

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El papel de la empresa
La empresa también se sitúa como una fuerza favorable en la actualización de la educación. Mesía Montenegro destaca el rol.
“La empresa se une a la academia para pedir procesos más rápidos y destrabar la generación de la innovación. Y en el sentido más estricto del uso de la Inteligencia Artificial con fines de investigación, nos ayuda a conocer cuáles son los problemas que ellos tienen y que nosotros como academia podríamos resolver. Hay muchas cuestiones que se resuelven con herramientas de IA, automatización de procesos, análisis de imágenes en diversas industrias, como la salud, por ejemplo”.
Para él, la plática entre la empresa y la academia es efectiva para tejer sugerencias que mejoren los planteamientos del Estado: “Debemos caminar los tres al mismo paso. Cuando uno se retrasa, no se llega a la meta. O se llega, pero después de mucho tiempo. Debemos trabajar fuertemente para aliviar las barreras burocráticas”.

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¿Y el reglamento de la IA?
En julio de 2023, se anunció la Ley 31814, que promueve el uso de la inteligencia artificial (IA) para el desarrollo económico y social; y su reglamento acaba de ver la luz.
Sobre este ordenamiento, Mesía Montenegro manifiesta que no debe pasar desapercibida la amplitud de los usos. “Hay que tener una capacidad de maniobra que no sea encorsetada; es decir, hay que tener la posibilidad de explorar diversas aplicaciones sin trabas. [...] Debe haber libertad para la innovación. [...] Antes que investigar en qué se está usando la IA, es importante priorizar la ampliación del portafolio de usos. Si hay una regulación excesiva, no podemos ampliar el portafolio“.
Pese a la significación de la academia en este proceso, no hubo una convocatoria para recabar su opinión, cuenta el investigador. ¿Cuál será el resultado del reglamento que, hasta donde se conoce, emula la normativa europea? El Perú lo sabrá en breve.