(G de Gestión) Para William F. Maloney, economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, la clave del crecimiento peruano —más allá de los impactos del fenómeno El Niño (FEN), el enfriamiento de China y los precios no tan altos del cobre— está en sentar las bases para mejorar el capital humano en el país. Si la pobreza se va reduciendo a ritmos muy lentos, la decisión determina cuánto tiempo se debe esperar para crecer más, afirma.
El banco ajustó el crecimiento del Perú de 2.2% a solo 0.8% para este 2023. ¿Qué factores deterioraron la proyección?
En la primera mitad del año, pegaron varios choques. Está el FEN, que impactó en el sector de pesca y en las sequías. Hubo una postergación de inversiones en torno al cobre y, hay que decirlo, la incertidumbre política afecta un poco el desempeño de la economía. Pero pronosticamos una subida [en la proyección del Producto Bruto Interno] para el resto del año (octubre-diciembre) y hacia el 2024.
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¿Hay algún indicador que haya movido más la aguja en este ajuste para el Perú?
No he mirado los sectores en detalle, pero mucho depende del FEN y del clima de negocios, como la confianza empresarial, en cuanto a posibilidades de inversión. [Hacia el 2024] estamos esperando que China se recupere un poco, que la situación política se tranquilice, que las políticas del G7 se recuperen y las tasas de interés empiecen a bajar. Toda la región —incluido el Perú (la proyección es que crezca 2.3% en el 2024)— va a estar mejor, pero no es suficiente para generar el empleo que necesitamos. Y no es puramente el legado del COVID-19 y de factores políticos, sino que hay problemas más estructurales.
¿En qué factores debemos pensar para crecer a más de 5%?
Seguimos con problemas de capital humano, empezando con las calificaciones PISA, en que, si bien el Perú ha mejorado, sigue muy abajo. Un 30% de empresarios dice que no es posible expandirse porque no hay mano de obra calificada. Tenemos una carencia de técnicos, tecnológicos e ingenieros. Y, si uno ve en América Latina la calificación de capacidad gerencial, estamos muy por debajo de los países de frontera.
Además, en todo Latam hay muchas distorsiones en la economía, con mercados laborales más o menos rígidos, y también tenemos problemas con la competencia. Aun así, diría que hay un sistema nacional de innovación empresarial que genera optimismo. Pero la relación entre los departamentos de ciencia y tecnología de las universidades y el empresariado son muy débiles en la región, y supongo que en el Perú.
Sin embargo, en el corto plazo el país se expone al aumento de la pobreza.
Para alejarse de la pobreza y reducir el sector informal, se tienen que generar nuevos puestos [laborales] en el sector moderno, así como incrementar su productividad. Vamos reduciendo la pobreza de a pocos, pero es una cuestión de cuánto se quiere esperar.
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Ahora el Perú atraviesa una recesión. ¿Retomar una política fiscal expansiva es el camino?
Los países de la región registran déficits fiscales que en promedio llegan al 2.7% del PBI (Producto Bruto Interno) tras las acciones tomadas por el COVID-19. La resiliencia de la economía peruana ha sido tradicionalmente una fortaleza destacable y, para ello, ha sido clave una prudente política fiscal. Pero la política fiscal expansiva no puede ser por sí sola una fórmula para el crecimiento en el mediano plazo: esto puede resultar solo con inversión en capital físico y también en innovación, que exigen, a su vez, un entorno fiscal sólido.
Retos pendientes
¿En qué medida es gravitante el factor político en la falta de capitalización del sector privado?
La gente que pone su capital en una industria que va a rendir para 20 o 30 años necesita algo de certidumbre en la política y en las reglas de juego [regulación]. Si existe demasiada turbulencia, quizá muchos prefieran esperar que haya más claridad con la situación.
¿Y qué acciones, en términos de políticas públicas, pueden mejorar la confianza empresarial?
El Estado puede decir: “Sabemos que la política es difícil, pero estas son algunas herramientas para que manejen la situación un poco mejor”. [Entonces,] hay varias cosas que necesita el sector privado. Si un exportador quiere entrar a un mercado más grande con culturas distintas, cuesta mucho. Quizá programas como Promperú pueden ayudar. Hay otros programas de extensión gerencial o extensión tecnológica, que tienen los países de Asia, que permiten a las empresas identificar en qué pueden mejorar, y hay un impacto en sus crecimientos.
Ciertos estudios del Banco Mundial demuestran que una agencia bien financiada que atraiga la inversión extranjera directa es importante, porque muchas veces los empresarios externos no saben exactamente cómo es la situación en el país.
¿Esta agencia de inversiones, que el Perú ya tiene, debe ir acompañada de alguna acción pública adicional?
Mejorar estas agencias de promoción de inversiones puede servir para incrementar y captar flujos de IED [inversión extranjera directa] de mayor calidad, maximizando su impacto en las economías locales. Estas agencias, que en general trabajan para identificar potenciales inversores, juegan un papel importante a la hora de contactar a los inversores con los proveedores locales. Sin embargo, estudios recientes demuestran que estas agencias, en los países en desarrollo, a menudo carecen de un enfoque estratégico y fracasan en la prestación de los servicios más valorados por los inversores, como abogar por mejoras en el entorno de negocios.
Por lo tanto, es preciso afinar su enfoque, desarrollar un marco institucional coherente y fortalecer la prestación de servicios para inversores. De esta manera se podría tener más eficacia y lograr que cumplan sus objetivos.
En el marco de CADE Ejecutivos, ¿es necesario un rol más protagónico en la política por parte del empresariado?
Por un lado, es difícil trabajar con el Gobierno. Por otro, hay experiencias a escala regional que se pueden mirar con más cautela, en que los empresarios trabajan con el Gobierno local para optimizar su sistema regional de innovación empresarial. Colombia y México trabajan con el REAP [Programa Regional de Aceleración del Emprendimiento] del MIT para que las municipalidades mejoren el ámbito de negocios, pero también las capacidades de los empresarios en esas zonas. La idea es generar esas sinergias, y a veces es mucho más fácil trabajar en el ámbito regional que en el nacional.
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Estudios: En 1990 recibió el doctorado en Economía por la Universidad de California en Berkeley y, en 1981, la licenciatura por la Universidad Harvard.
Experiencia: Fue profesor adjunto de Economía en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, y economista jefe en el Grupo de Investigación sobre Economía del Desarrollo del Banco Mundial.