Lima y Callao consumen en promedio al mes el volumen de agua que llena 81 Estadios Nacionales. Y es solo por dar de una cifra aproximada, pues un dato oficial sobre consumo hídrico no existe, dice el investigador principal del Centro de Investigación y Tecnología del Agua (CITA), Pedro Rau. Entre la agricultura, las industrias y la población, la demanda por agua se incrementa en la capital pero no la oferta.
La ciudad más poblada del Perú demanda mensualmente un estimado de 50 millones de metros cúbicos de agua. Y su principal fuente de abastecimiento es el sistema del río Rímac (además del Chillón y Lurín). Y se denomina sistema porque no solo incluye el agua superficial, también el agua subterránea, los glaciares -que están desapareciendo- y humedales que se ubican en la parte más alta de la región que luego alimentan a ríos más pequeños que terminan en el Rímac.
Uno de ellos es el río Santa Eulalia. El investigador explica que este afluente aporta el 50% del agua que pasa por el denominado ‘río Hablador’ y que luego termina en el sistema potable de agua que va a los hogares limeños.
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“Es un afluente clave que se ‘alimenta’ de estructuras naturales, como las plantas reforestadas que permiten la infiltración, y también están las amunas, una infraestructura creada por la cultura Wari que permite filtrar el agua y soltarla lentamente en las épocas secas que van de mayo a setiembre”, explica. “Le decimos el agua lenta”, señala a Gestión.
Por esto, una de las investigaciones realizadas por el CITA de la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC), entre el 2018 y 2022, se enfocó en darle validez científico a los diferentes tipos de estructuras naturales que ayudan a filtrar el agua de lluvia, como las amunas, que son conservadas con el apoyo de las comunidades de la zona.
El objetivo -indica- es determinar cuánta agua puede captar y filtrar las amunas por kilómetro y tiempo. El proyecto instaló sensores y sistemas de monitoreo traídos de otro país en una amuna de la comunidad San Pedro de Castas cerca a Marcahuasi, que alimenta al río Santa Eulalia. Los primeros reportes ya han sido trabajados por Aquafondo que fue parte y financiador del proyecto. Dichos datos sentarán una base para empezar a comparar un determinado periodo de tiempo.
No obstante, una experiencia similar en el río Chillón, determinó que las estructuras tipos amunas podrían contener hasta 99 millones de metros cúbicos de infiltración repartidos en algunos meses (no en un mes), lo que podría aliviar la falta de agua en época seca.
Lima es un desierto y como tal, ya sufre de déficit hídrico aunque pocas veces se percibe. Para organismos internacionales, un país o una ciudad está en default cuando tiene disponible menos de 1,000 m3 de agua por habitante/año. En la capital de Perú se ha vivido, con el río Rímac, con 126 m3. Es decir, la décima parte.
En enero del 2023, el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan) advertía que en siete años, el 58% de la población peruana vivirá en zonas con escasez de agua. Y, para el 2040, las probabilidades de que nuestro país sufra de escasez de agua dulce era muy alta debido al impacto del cambio climático.
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Más financiamiento
Si bien empiezan a avanzar la ejecución de proyectos para monitorear las amunas, lo que falta es mayor financiamiento para restaurar aquellas que todavía están enterradas. Solo en la zona de San Pedro de Casta hay como siete. Del que no solo depende el financiamiento, sino, la coordinación activa con las comunidades que cuentan con los conocimientos ancestrales.
De acuerdo a Rau, este tipo de proyectos puede requerir una inversión cercana a los US$ 200,000 no solo por los equipos y la instalación, también para el mantenimiento -a fin de tener información por al menos 60 años-, considerando que existe riesgo de falla pues los aparatos son extranjeros y no se adaptaron a zonas de altura. Frente a esta situación, UTEC añade que apuntan a la creación de prototipos nacionales. Hay tesis y proyectos en marcha, afirman.
“Se requiere de más conversación entre el sector privado, público y las universidades. Hay trabajos interesantes de muchas casas de estudio que se podrían aplicar. Hoy la demanda de agua es un tema del que se planifica poco y se habla poco, pero se tiene cada vez más población, más industria y más agricultura”, advierte Rau.
“Ya se está hablando también de una tarifa de agua. Hoy la población paga por el tratamiento químico del agua potable pero no el agua como tal, pero aquellas industrias que usan agua del sistema del Rímac o Chillón no les cuesta mucho. Es un tema sensible, pero se requiere de un acuerdo para retribuir y garantizar un futuro con agua”, finalizó.
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