El transporte urbano después del COVID-19
Por Eduardo Ramos, estudiante de Economía en la Universidad del Pacífico
Ante la constante expansión del COVID-19, algunos gobiernos empezaron a imponer restricciones al movimiento de personas en un intento de contener su propagación. En el Perú se han adoptado las medidas de distanciamiento social alineadas con las del resto de países: cuarentena obligatoria, órdenes de permanecer en casa, cierre de negocios no esenciales, etc.. Pero, ¿qué impacto tendrán estas medidas en el uso del transporte público?
En la actualidad, el transporte urbano en Lima se enlaza a través de cinco corredores complementarios (Azul, Rojo, Morado, Amarillo y Verde). Todas las unidades que recorren la ciudad compiten contra combis, cústeres y autos colectivos informales. Lima, además, cuenta con una primera línea de metro y una segunda línea en construcción. En línea con lo anterior, es importante la existencia del transporte público, pues no solo genera el beneficio directo de movilizar al pasajero a su destino objetivo, sino también atrae la actividad económica a las grandes ciudades (tal es el caso de Lima). De acuerdo a un reciente informe de INRIX, el tráfico puede ser un indicio de una economía saludable ya que mide el traslado de las personas a su trabajo y el movimiento del comercio.
La Cooperación Internacional advierte que el reparto modal en Lima (la manera de movilizarse a diario y los medios de transporte que utilizan las personas) tiene un alto porcentaje de uso del transporte colectivo. Refiere además que el 24% de las personas transita a pie, el 25% del transporte es individual (auto privado o taxi) y el 51% de los limeños se moviliza en transporte colectivo (buses tradicionales, metropolitano, metro de Lima y colectivos).
Sin embargo ¿Qué implica en el contexto peruano el menor uso del transporte público? Tal como se mencionó previamente, aproximadamente la mitad de la población se moviliza a través de los diferentes medios de transporte público. El principal impacto que el virus genera es el miedo, representado a través del deseo de evitar el contagio de esta enfermedad. Asimismo, también desarrolla un compromiso personal para ayudar a reducir la propagación. Esto, sin duda, implica principalmente tres aspectos: las personas que viven lejos de sus lugares de trabajo no tienen cómo movilizarse, por lo tanto, se encuentran más lejos de la actividad económica; los negocios y vendedores informales (puestos como carretillas) que se benefician del transporte público normalmente dejarían de percibir el mismo nivel de ingresos; los usuarios comunes ahora enfrentarían mayores costos para movilizarse, teniendo en cuenta el costo de oportunidad reflejado en el tiempo, lo que finalmente llevaría a una reducción del bienestar de la sociedad.
Un análisis de datos del transporte público sugiere patrones similares. Según datos de la Municipalidad de Lima sobre el uso del sistema autobús de tránsito rápido, el Metropolitano, la utilización de este medio de transporte público disminuyó alrededor de 80% en comparación a niveles típicos en el último mes. Es evidente que el comportamiento de las personas está cambiando rápidamente.
Esta, sin duda, puede ser una oportunidad de mejora en cuanto a la modalidad de transporte. Sin embargo, no todas las alternativas son igual de beneficiosas para la población.
En un primer caso, está el 51% de personas que se movilizan mediante transporte público como primera necesidad y al cual se asume que es muy difícil encontrarle un sustituto. Para este tipo de población, es una buena opción la modalidad de tarjetas electrónicas o la virtualización del pago en el ticket. La primera permitirá el menor contacto con el chofer o encargado de cobrar y así reducir la posibilidad de contagio. La segunda, una menor aglomeración de personas al momento de hacer colas para subir al medio de transporte.
En cuanto a un segundo grupo de personas que no utilizan el transporte público como una modalidad sumamente necesaria, se encuentra el uso de bicicletas. Por ello, el gobierno peruano anunció que implementará carriles exclusivos para bicicletas con los que busca descongestionar el transporte masivo para ayudar a contener los contagios del coronavirus, un plan que incluye subsidios para adquirir los vehículos.
Son tiempos muy desafiantes para los países alrededor del mundo, pero los efectos del coronavirus pueden ser potencialmente peores en los países en desarrollo donde la infraestructura de los sistemas de salud es limitada y las inequidades económicas preocupantes. Por ello, la necesidad de adaptarse al cambio es realmente importante. Un factor como el miedo/incertidumbre de contagio, siempre afectará a las decisiones de una persona y, si bien será inevitable contar con una reducción del uso del transporte público, las decisiones que se tomen para regularlo serán de vital importancia.