El coronavirus y su impacto en la educación
Por Bruno Herrera, alumno de Economía de la Universidad del Pacífico
La emergencia sanitaria internacional desatada por el COVID-19 mantiene en suspenso al mundo. La alarmante velocidad de propagación de la enfermedad ha causado que diferentes países se preparen para contrarrestar eventuales casos dentro de sus territorios. Con este objetivo, se tienen dispuestas diversas estrategias no farmacológicas para frenar el avance del coronavirus mientras se desarrolle una vacuna para el mismo. Los niños en edad escolar conforman una población vulnerable ante la amenaza de un virus de estas características, por lo tanto, suelen ser sujetos prioritarios en el diseño de estrategias para la prevención del contagio.
Uno de los programas de protección más utilizados en la historia de las enfermedades masivas es, precisamente, el cierre de los colegios y la suspensión de las clases escolares. Esta decisión ha demostrado ser efectiva en la reducción la velocidad de contagio en epidemias anteriores y ya se está aplicando en algunas regiones de China y Hong Kong. Sin embargo, si bien el cierre de las escuelas supone un evento positivo para la seguridad de los estudiantes ante las circunstancias en cuestión, este también genera sendas problemáticas educativas y socioeconómicas que no se deberían pasar por alto.
Discontinuidad educativa y rendimiento académico
En primer lugar, la suspensión de clases en cualquiera de sus distintas modalidades, interrumpe el rol de las escuelas como lugares de socialización, esencial no solo para sus estudiantes, sino también para todos aquellos miembros de la sociedad para los que sirva como un punto de encuentro. Este impacto es más profundo en las comunidades con menores ingresos económicos. Para muchas de ellas, el colegio representa uno de los pocos lugares en los que se pueden reunir con sus pares y discutir asuntos concernientes a la comunidad, en el caso de los padres, e integrarse en grupo en el caso de los niños. Investigadores como Lochner y otros, consideran que la pérdida de estos espacios constituye una disminución del capital social y el sentido de comunidad. Esta pérdida complica la construcción de la identidad en los niños y esto, a su vez, les origina dificultades académicas.
Además, un estudio realizado por los sociólogos Doris Entwisle y Karl Alexander en el año 1992 propuso la existencia de un fenómeno conocido como Summer Setback, el cual describe una notoria pérdida de los conocimientos aprendidos en las aulas durante el periodo vacacional, manifiesta en el declive del rendimiento académico de los alumnos. La ampliación de dicho periodo o el cese de las clases por motivos de emergencia sanitaria ocasionaría un efecto similar y su gravedad sería proporcional a la duración en la que las escuelas permanezcan cerradas.
Estas complicaciones no son ajenas a los padres y se han observado muchos casos en los que ubican a sus hijos en instituciones pedagógicas paralelas o, en última instancia, son ellos mismos quienes aseguran su continuidad educativa. Pese a esto, es muy probable un escenario en el cual muchos padres no puedan costear sistemas de educación alternativa e incluso experimenten mayor dificultad en la enseñanza en el hogar a comparación de aquellos progenitores con mayor grado de instrucción académica. Asimismo, el hecho de que una gran cantidad de padres requieran de más tiempo en casa para garantizar la educación y el bienestar de sus hijos conlleva sus propios problemas.
Padres en casa, producto a la baja
El cierre de las instituciones educativas presiona a muchos padres a velar personalmente por sus hijos, ya sea por su bienestar social o para garantizar la continuidad de sus estudios. Gran parte de estos padres, tenderían a ausentarse en sus centros laborales para cubrir sus necesidades. Un desplome de la productividad de las empresas tendría un impacto directo en el desempeño de la economía.
En ese sentido, diferentes estudios indican que otro de los riesgos de establecer una política de cierre general es que esta pueda comportarse como un multiplicador de la pérdida de PBI. Según un análisis para el Reino Unido publicado en la revista médica BMJ en el 2009, las pérdidas del producto causadas únicamente por la enfermedad podrían ubicarse entre 0.5% y 9.6% del PBI; sin embargo, la orden de suspender las clases podría catalizar esta caída, alcanzando de esta manera un decrecimiento de alrededor de 10.37% del producto, en el peor de los escenarios (cabe recordar que esta caída sería más pronunciada en países más vulnerables que el que suministra estos datos). Más preocupante aún resulta la posibilidad de que, por este motivo, se observe absentismo laboral en el sector salud, lo que causaría un déficit de personal en el momento en el que se se le requiere con mayor urgencia.
Suspensión selectiva: ¿alternativa en favor de la continuidad educativa?
En vista de los altos costos económicos que conlleva la suspensión general de las clases escolares como medida de prevención del contagio, se han realizado diversos esfuerzos para diseñar una medida que no solo minimice dichos costos, sino que, por encima de todo, permita la continuidad de la enseñanza en un sector mayoritario de la población estudiantil. Basándose en la noción de que el contacto entre estudiantes tiene un carácter generalmente asortativo (es decir, de preferencia por los similares),un grupo de investigadores publicaron en la revista BMC Infectious Diseases una propuesta con este fin, en el año 2014. Esta consiste en una estrategia de mitigación reactiva en la que una clase o grado son cerrados a partir de la identificación de individuos sintomáticos.Esta medida fue puesta a prueba en una escuela primaria de Lyon, Francia y arrojó resultados satisfactorios. Se determinó que, en cualquiera de las modalidades de suspensión selectiva, hubo una reducción del riesgo de contagio al mismo tiempo que se minimizaba el ausentismo que ocasionaría un cierre general.
No obstante, los resultados provistos por los modelos matemáticos muchas veces contrastan con la evidencia empírica proporcionada por epidemias anteriores. La práctica de la clausura selectiva de grados escolares, con o sin previo aviso a los padres de familia, ha sido motivo de zozobra en este grupo. Una investigación auspiciada por el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades y realizada en el 2009 para revisar el impacto de la suspensión de clases durante la pandemia de gripe A(H1N1), subrayó la necesidad de evaluar cuidadosamente la aplicación de medidas de cierre, así como la información que el público reciba de la misma. Esto se debe, según el estudio, a que la suspensión selectiva o no coordinada supone que la asistencia representa un riesgo para la salud de los estudiantes. Los padres de familia, al buscar el bienestar de sus hijos, evitarían enviarlos al colegio independientemente de las medidas establecidas por el Estado. Si la transmisión de la información no es idónea, una política de suspensión selectiva ayudaría poco o nada a la continuidad de las clases escolares.
Con todo, algunas iniciativas como el e-learning nos ofrecen resultados más optimistas. En Hong Kong, por ejemplo, a partir de las recientes experiencias con desastres naturales y protestas masivas, muchas escuelas evitan la discontinuidad de la enseñanza a través de plataformas de enseñanza virtual que permiten a los alumnos acceder al material pedagógico desde sus domicilios y con tan solo un clic. Es importante recalcar que la efectividad de un programa como tal depende mucho del acceso de los estudiantes al Internet. Así pues, de presentarse la necesidad de implementar el e-learning en el Perú, muchos estudiantes quedarían excluidos de esta oportunidad. Es preciso cerrar esta y otras brechas que dejan nuestra educación expuesta a la eventualidad de epidemias actuales y futuras.