¿Es la tecnología un riesgo emergente?
Hoy somos más conscientes que la tecnología ha transformado nuestra vida de manera integral, y esto aplica desde el momento en que llegamos a este mundo. Hace 20 años, relativizándolo, equivaldría a sólo un día desde que los fenicios eran los principales protagonistas comerciales en el mundo; era impensable que las criaturas de tres años tenían que ir al nido a dar sus primeros pasos en el “camino académico” y ahora es impresionante verlos interactuar tan naturalmente con tablets y/o smartphones y, en ocasiones no son pocas las oportunidades que aprendemos de ellos.
En ese sentido, todos estamos de alguna forma u otra familiarizados con las facilidades que nos brinda la tecnología y que éstas pueden ser utilizadas, como todo en la vida, de buena o de mala forma. No hay día carente de una noticia referida a un crimen cibernético, que se ha convertido en una de las principales amenazas de fraude que enfrentan las empresas.
De acuerdo con la última Encuesta de Fraude y Crimen Económico Global de PwC, publicada en abril de 2022, se indica que el sector de tecnología, medios y telecomunicaciones experimentaron la mayor incidencia de delitos cibernéticos (50%), seguidos por las industrias de servicios financieros (44%), salud, gobierno/sector público (40%) y manufactura industrial (32%), respectivamente. En adición, los ataques se vuelven cada vez más sofisticados.
Un tema relevante a mencionar es que la creciente madurez del sector de la tecnología, medios y telecomunicaciones ayudaron a identificar un aumento significativo de la actividad de fraude desde 2020, es decir, en plena época pandémica.
Igualmente, de acuerdo con la encuesta, el fraude de clientes y la apropiación indebida de activos son los delitos más comunes que sufren las organizaciones, independientemente de sus ingresos y esto se traduce generalmente en suplantación de identidades para realizar compras, solicitar préstamos o manejo de datos personales y dentro de ellos los datos sensibles, por mencionar algunos casos.
Por otro lado, el 40% de las organizaciones que se enfrentan al fraude lo han experimentado en plataformas digitales en crecimiento de uso permanente, como redes sociales, servicios (viajes compartidos, alojamiento, entre otros) y el comercio electrónico; que abren la puerta a los riesgos de fraude y delincuencia económica. Por ello, en el ámbito deportivo, durante esta época cercana al mundial de fútbol, hay que estar muy alertas con estos riesgos.
Uno de los aspectos que nos deja la pandemia, entre otros de relevancia como el cuidado de la salud, va de la mano con las consecuencias e impactos que ella ha tenido en nuestra vida empresarial:
Como se puede apreciar, es indudable que el trabajo remoto trajo como consecuencia un debilitamiento de nuestros modelos de gobierno corporativo y de los sistemas de control interno dado que la percepción de nuestros riesgos asociados cambiaron, tanto en concepto como en su probabilidad de ocurrencia e impacto; y muchas organizaciones no tuvieron la agilidad suficiente como para gestionarlos a tiempo, generando resultados incrementales de los riesgos de mala conducta, delitos cibernéticos y riesgos de plataforma.
Asimismo, los riesgos emergentes, como el fraude en la presentación de informes ESG – Environmental, Social and Corporate Governance (alterar las declaraciones ESG para que no reflejen realmente las actividades o el progreso de una organización), y el fraude en la cadena de suministro; tienen el potencial de causar mayores trastornos en un futuro no muy lejano. Esto último se ve claramente potenciado por el conflicto entre Rusia y Ucrania y que el mundo entero sufre sus consecuencias, lo que antes podía demorar tres meses en llegar al puerto del Callao, hoy en día puede demorar 5 meses o más.
No cabe duda que la defensa contra las amenazas externas requiere una nueva forma de pensar, desaprender para aprender y, como comentamos líneas arriba, la tecnología no es algo nuevo por lo que sus riesgos asociados no deberían ser considerados riesgos emergentes, sino todo lo contrario. “Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender” (Alvin Toffler).